Hola a todos:
Lo prometido es deuda, así que aquí os traigo el capítulo 2 de la precuela de Una vez psiquiatra… Una vez psiquiatra… Los inicios

2. El bufete
—¡Mary! ¡Ya estás aquí!
Phil la abrazó y le dio palmaditas en la espalda. Tenía buen aspecto. Vestido de forma casual, bueno, casual para Phil, con unos pantalones chinos planchados con raya, zapatos italianos de piel negros, una camiseta tipo polo, y el pelo perfectamente peinado y con un corte muy pulido, y con una enorme sonrisa en los labios. Sin lugar a duda tenía algo planeado.
—Pareces la personificación de un anglosajón blanco y protestante en su día libre— dijo Mary.
Él se rio.
—Bueno, bueno, tampoco hace falta exagerar. Llevo pantalones largos. I no llevo tweed ni ropa de jugar al golf. Y en mi corazón de corazones soy un chico de pueblo.
—Si tú lo dices…
Él agarró a Mary del hombro y cogiendo la maleta que ella había dejado en el suelo, la guio hacia adentro.
—Entra, entra, echa un vistazo. Puedes dejar tus cosas en tu habitación, aquí —dijo señalando una puerta — y luego desayunamos.
—Yo ya tomé algo en el tren.
—¡Pero yo no!
Mary le echó un vistazo rápido al apartamento de Phil mientras él ponía la mesa. Techos altos, ventanales enormes y un aire de discreta elegancia. Un poco anticuado, pero sin llegar a ser pretencioso.
—¿Qué te parece?
—Es un hermoso edificio en una calle muy tranquila, especialmente considerando que está en Manhattan.
—El alquiler es caro, pero lo prefiero a uno de esos apartamentos modernos sin personalidad ni encanto.
Comieron las tostadas en silencio. Finalmente, Mary preguntó:
—Pero, ¿qué te parece el bufete? Sé que tenías tus dudas. Creías que sería bueno para tu carrera pero no te convencía mucho su sentido de la ética.
—Y sigue sin convencerme, aunque me callo mi opinión. No preguntes, y así no sabrás nada que no debas, si sabes a qué me refiero. Pero trabajan allí algunos de los mejores abogados de la ciudad, e incluso del país, y ya he aprendido mucho. Y estoy seguro de que me queda mucho más por aprender aún.
—¿Estás pensando en llevar a cabo una revolución desde dentro? —preguntó Mary.
Phil no levantó la mirada del plato, y siguió jugando con la mermelada y la mantequilla, haciendo dibujos con el cuchillo.
—No tengo un plan de ataque preparado. Hasta ahora no les he visto hacer nada demasiado cuestionable, aunque sí, prefieren dedicarse a casos que atraen mucho la atención pública y que tienen muchas posibilidades de aparecer en los periódicos y la tele. Pero, no hay nada malo en obtener publicidad gratis.
Mary posó su mano derecha sobre la de él y consiguió que dejara de jugar con la comida y la mirara.
—¿Eh?
—No me digas que estás pensando en pasarte al lado oscuro.
Él se rio, aunque su risa sonó forzada y poco sincera.
—No hace falta que nos pongamos melodramáticos. Creo que la Fuerza sigue conmigo. Se han comprometido a encargarse de un porcentaje de casos gratuitos, y yo me he presentado voluntario. A veces uno tiene que aceptar un compromiso. Incluso el diablo puede ser un buen aliado si la causa lo merece.
—Ten cuidado. Me preocupa tu alma.
Cuando él abría la boca para contestar, sonó su móvil. Mary no tenía uno y no lo quería. La idea de que alguien pudiera ponerse en contacto con ella en cualquier sitio y situación la ponía nerviosa. Odiaba estar de guardia, porque nunca podía sentirse uno completamente tranquilo y en paz y te podían llamar en el momento menos pensado, y a ella le daba la impresión que llevar uno de esos cachivaches equivalía a estar siempre de guardia. Pero a Phil le encantaban sus artilugios, como a la mayoría de los hombres a los que conocía. Ella también sospechaba que podía ser cosa de status. Aunque, pensándolo bien, probablemente lo requería el bufete.
—Sí. Por supuesto que estoy interesado en estar ahí cuando hablemos con el cliente—. Phil puso la mano en lo que Mary dedujo debía ser el micrófono e hizo un gesto con la cabeza señalando el teléfono. —Es sobre el caso del que te estaba hablando. El del escritor —susurró.
Mary asintió. Hasta aquel momento solo sabía que el caso tenía algo que ver con un escritor pero nada más. Phil estaba bordando lo de crear suspense.
—Sí. Seguro. Estaré ahí, Sr. Wright. Oh, mi amiga… sí, la psiquiatra —. Phil se quedó escuchando —Sí, por supuesto que le preguntaré. No creo que vaya a suponer ningún problema, si está seguro de que el cliente estará de acuerdo—. Él escuchó de nuevo y se rio. —Nos vemos en media hora. ¡Y gracias!
—¿Era tu jefe?
—Sí. Percy Wright. De los Wright de Virginia. No es que haga mucho en el bufete estos días, solo escoge algún caso que le interesa, de vez en cuando, pero les deja el trabajo duro a los otros abogados y él solo asoma las narices cuando le apetece. Por algún motivo le intriga bastante este caso.
—Supongo que ha dicho que puedo ir. ¿Pero qué dijo que te hizo reír?
—Ah, cuando le dije que yo creía que no te importaría venir, por supuesto si el cliente estaba de acuerdo, él me dijo que el cliente estaría de acuerdo con lo que le dijéramos. Que el susodicho cliente sabía que éramos su mejor oportunidad y que tendría que ganárselo. Y aún tendría que estar agradecido.
—Oh.
—Perdona por asumir que querrías venir…
—Por supuesto. No me lo perdería. Ahora mismo no estoy segura si me interesa más el caso, o tu jefe y el bufete.
—Bueno, el Sr. Wright siempre dice que quizás hayan cualidades intrínsecamente buenas y malas, pero el sistema judicial es un conjunto de reglas completamente arbitrarias y el lado en el que estamos es, en el mejor de los casos un agraciado accidente y en el peor de los casos mala suerte pura. Así que quizás no haya demasiada diferencia.
Mary se preguntó si su amigo creía de verdad lo que le acababa de decir o era una posición puramente filosófica. El Phil que ella conocía siempre había estado muy convencido de saber lo que era correcto y lo que no. Bromas aparte, estaba un poco preocupada.
Salieron del apartamento y cogieron un taxi.
Las oficinas del bufete donde trabajaba Phil (Wright y Asociados, Abogados) tenían vistas al parque. Ocupaban una planta entera en un edificio comercial muy elegante, completamente de vidrio y cubierto en superficies refractantes. El día estaba algo nublado pero Mary se imaginaba que en un día soleado debería destellar y brillar como un diamante.
Mientras estaban en el vestíbulo, esperando el ascensor, Mary dijo:
—¡Qué curioso! Esperaba que alguien como tu jefe tendría las oficinas en un edificio antiguo, lleno de historia y muy tradicional. Pero no. No podría ser un sitio más moderno y neutral si lo hubiera diseñado él así a posta.
—Me da la impresión de que quiere asegurarse de que todo es impersonal y fácil de sustituir. Aparte de él mismo, por supuesto. Y lo mismo se puede decir del nombre del bufete.
—¿No cuestionan los asociados el hecho de que sus nombres no aparezcan encima de la puerta, por así decirlo? —preguntó Mary.
Phil se volvió hacia ella con una media sonrisa.
—Como el Sr. Wright dijo sobre el cliente, no les queda más remedio que estar todos de acuerdo con lo que él dice. Y agradecidos. En mi opinión, todo se reduce a su insistencia en no darle a nadie la menor opción de reclamar algo. Los asociados vienen y van, pero solo hay un Sr. Wright.
Llegaron al piso superior del edificio y salieron del ascensor. Tan pronto como cruzaron las enormes puertas de vidrio, un hombre joven y delgado que había estado paseándose arriba y abajo, corrió hacia ellos.
—Oh, por fin estás aquí, Phil. El Sr. Wright no quería hacer esperar al cliente demasiado tiempo. Ya sabes que le gusta golpear con el hierro en caliente, como dice él.
—Hemos llegado tan pronto como hemos podido. Había mucho tráfico. Esta es mi amiga, Mary. Es psiquiatra. Nos conocimos en la universidad. Éste es Ryan Spencer. Uno de los abogados que trabaja aquí. Y aspirante a asociado.
Ryan llevaba gafas negras de pasta gruesa que le daban el aspecto de un niño empollón, y un traje de bello corte que le quedaba algo holgado. No como si fuera de una talla equivocada, pero como si él se hubiera adelgazado. Aunque no tenía aspecto de estar enfermo, solo ansioso.
—Hay días en que me contentaría con que me dejasen hacer mi trabajo en paz, pero eso no es muy probable. Encantado de conocerte.
Él extendió el brazo e inclinó la cabeza ligeramente mientras le estrechaba la mano. — Y ahora, entremos. El Sr. Wright dijo que no quería presentarte formalmente, Mary, ¿puedo llamarte Mary?, al menos de momento. Quiere que el cliente, el Sr. Fenton, crea que formas parte del equipo. Sin entrar en detalles
Ella asintió. No esperaba involucrarse en el asunto a largo plazo y eso le haría la vida más fácil. No hacía ninguna falta complicar exageradamente las cosas. Y también era cierto que la forma en que la gente reaccionaba cuando se enteraban de que ella era psiquiatra siempre le había resultado curiosa. Había gente que aprovechaba la oportunidad para intentar conseguir una consulta improvisada, en vivo y en directo. Otros se batían en retirada, como si les diera miedo que pudiese descubrir sus pensamientos y secretos más íntimos con solo mirarlos. Pero Mary no tenía súper-poderes, y aunque a veces tenía sus sospechas y podía conjeturar sobre lo que la gente estaba pensando, especialmente gente a la que conocía, a menos que la persona hablase con ella, era una misión casi imposible. También había gente que se lo tomaba como si fuese una broma o una graciosa anécdota, y le preguntaba si los iba a ‘analizar’. Aunque ella jamás había sido experta en psicoanálisis. Y el concepto, al menos como terapia, no le entusiasmaba demasiado.
Los tres entraron en lo que parecía ser una sala de reuniones, intentando pasar tan desapercibidos como fuera posible. Había una mujer de mediana edad, que llevaba un traje azul y estaba sentada con un laptop delante, en el rincón más alejado de la puerta. Había una chica joven y atractiva, rubia, con ojos de color de miel, con un vestido a topos, que estaba sentada cerca de la puerta. Tenía una libreta de notas pequeña y un bolígrafo y parecía estar preparada para no perderse ni una palabra. Al lado de ella estaba sentado un hombre, mayor que Phil y Ryan, probablemente cuarenta y pocos años, vestido impecablemente con un traje azul, que llevaba su pelo gris algo más largo de lo que parecía la norma en el mundo de los negocios. Quizás tenía una vena rebelde. Sentado ocupando la posición central de la mesa oval, estaba el Sr. Wright. Aunque Mary no lo conocía de antes, una vez vio al hombre que estaba sentado allí no le quedó la menor duda de quién era.
El aspecto del Sr. Percy Wright era bastante original. Vestía como si se encontrara en la casa de campo que con toda seguridad debía tener, de tweed, con una chaqueta que llevaba coderas marrones, y su cara, con mandíbula protuberante y nariz rota, parecía más apropiada para un boxeador que para un abogado de élite. Cuando se fijó en los detalles, se dio cuenta de que sus ojos verdes eran inquisitivos y denotaban autoridad, y las manos habían pasado por la manicura. Mary no estaba segura de si el hombre era un verdadero puzle o si había estudiado a fondo la manera de confundir a todos: a sus oponentes y a sus colaboradores. El jefe de Phil se giró hacia la puerta cuando ellos entraron y asintió brevemente. Phil le hizo un gesto a Mary, con la mano detrás de la espalda, para que lo siguiera.
Cuando se sentaron, en el mismo lado que el Sr. Wright, Mary por fin consiguió ver al ‘cliente’. Era más joven de lo que se había imaginado, treinta y tantos años, y era el único vestido de forma casual, con tejanos y una camiseta negra, que ella se preguntó si quizás fuera su uniforme, como había leído que hacía mucha gente exitosa (siempre llevaban el mismo tipo de ropa para ser más productivos y evitar perder el tiempo teniendo que tomar decisiones poco importantes). Tenía los ojos pequeños, tanto que Mary no los veía los suficientemente bien como para saber de qué color eran. Nada espectaculares. Estaba delgado, pero sus manos parecían las de un esqueleto, y ella confiaba en no tener que darle la mano. Le escalofriaba la idea de que iba a notarle los huesos.
—¿Estamos todos aquí, entonces? —preguntó el Sr. Wright. Todos asintieron. Miró alrededor de la mesa, para asegurarse de que todo el mundo le estaba prestando atención, y le hizo un gesto con la cabeza a su secretaria —Bien. Entonces, podemos empezar. Para los que no lo conozcáis aún, éste es Oliver Fenton, el famoso autor. Steve, danos los detalles del caso.
Steve, el hombre de edad indefinible, empezó a hablar:
—Al Sr. Fenton lo acusan de asalto agravado, aunque podría convertirse en intento de asesinato, según lo que decida el fiscal del distrito y cómo vayan las cosas, contra la persona de un tal Miles Green. El Sr. Fenton describe lo que equivale a un serio acoso por parte del Sr. Green, quien llevaba meses incordiando a su agente, y luego personalmente a él, enviándole cartas, llamándole por teléfono, presentándose en persona, y en general haciéndose de lo más pesado. El día del incidente, viernes 23 de abril, cuando el Sr. Fenton iba a salir de su edificio de apartamentos en la Quinta Avenida, el Sr. Green salió de repente de detrás de mostrador de recepción y atacó al Sr. Fenton, amenazándole e intentando estrangularlo. El Sr. Fenton consiguió zafarse de su atacante y lo tiró al suelo. Como se resistía e intentó atacarle de nuevo, el Sr. Fenton le golpeó en la cabeza con una lámpara metálica pesada. Parece que muy poco después una pareja que también vive en el mismo edificio llegó, y ellos detuvieron al Sr. Fenton y llamaron a la ambulancia y a la policía. El Sr. Green ya estaba inconsciente. No se ha recuperado desde entonces y sigue en el hospital en cuidados intensivos.
De eso hacía unas seis semanas.
—¿Qué has querido decir con lo de que ‘detuvieron’ al Sr. Fenton? —preguntó Phil.
—Él aún le seguía golpeando con la lámpara cuando entraron los vecinos.
—¿Tenemos fotos de la víctima? —Phil volvió a preguntar.
Steve cruzó una mirada con el Sr. Wright, quien asintió, y Steve le pasó una carpeta a Phil. Él miró el contenido durante unos segundos y entonces se la pasó a Mary. A ella no le pareció correcto mirarlas, pero se dio cuenta de que le parecería extraño al cliente, y le echó un vistazo rápido a las fotos. Dudaba que hubiera sido capaz de reconocer al Sr. Green basándose en aquellas fotos. Su cara estaba tan hinchada y amoratada que era difícil distinguir las rendijas de los ojos. El tabique nasal estaba aplastado, y parecía que los dos pómulos estaban fracturados. La siguiente foto mostraba un agujero de bordes irregulares en el cogote, a pocos centímetros de la nuca. El impacto había sido tan duro que el cráneo se había fracturado.
Le pasó la carpeta a Ryan que sacudió la cabeza, indicando que ya había visto el contenido, y se levantó, devolviéndosela a Steve.
—¿Hemos sabido algo de los médicos del Sr. Green? —preguntó el Sr. Wright.
Steve se aclaró la garganta y dijo:
—No tienen la menor idea de si sobrevivirá. Confiaban en que con esteroides la hinchazón del cerebro disminuiría y las cosas mejorarían, pero hasta ahora no ha sido así. Su familia ha pedido que le hagan más pruebas. Parecen estar decididos a desconectar el interruptor si no encuentran evidencia de actividad cerebral.
Mary estaba a punto de decir algo, pero Phil la agarró del brazo con fuerza y ella se quedó callada. Él preguntó:
—¿De qué familia estamos hablando?
Steve suspiró.
—Estaba, quiero decir está, casado y tienen mellizos, un niño y una niña, de 18 meses. Estaban separados y llevaban seis meses sin vivir juntos cuando ocurrió el incidente.
—Me echa culpa de su separación. La víctima, quiero decir—. Oliver Fenton acababa de hablar. Aunque habló bajo, había acero en su voz y sus palabras resonaron por toda la habitación. Sin evidencia ni de remordimientos ni de tristeza.
Todos estaban mirando al cliente. En lugar de intimidarse por tener todos los ojos encima, a Mary le dio la sensación de que se hinchaba y se estiraba, como si disfrutase de ser el centro de atención.
—Sí, me seguía a todas partes, me escribía, me llamaba por teléfono, se presentaba en mis eventos públicos, insistiendo en que yo se lo había quitado todo y era un criminal.
—¿Cómo? —preguntó Phil—. ¿Le conocía de algo? ¿Tuvo usted una aventura con su esposa? ¿Fue ese el motivo de la separación.
Fenton negó con la cabeza. Mary se dio cuenta de que se le estaba poniendo rojo el cuello.
—Jamás he conocido a su mujer. O a él antes de que empezara todo eso. Está loco. ¿Quién sabe por qué hace las cosas alguien tan loco como él?
—Incluso cuando las personas están ‘locas’, normalmente hacen las cosas por algún motivo, aunque quizás el motivo solo encaje en su versión delirante del mundo. ¿Tiene alguna idea de qué creía qué usted había hecho para destruir su vida? —preguntó Mary, haciendo caso omiso de la patadita que le había dado Phil por debajo de la mesa.
—Él insiste en que he escrito sobre él en mi libro. Le dijo a todo el mundo que él era la persona en la que yo había basado mi personaje principal, David Collins, e insistía en que debido a eso la gente lo acosaba. Parece ser que el tipo que había abusado de él había ido a verlo, convencido de que él había vendido la historia, y había amenazado a su familia, y Green había sido víctima de toda clase de humillaciones.
—¿Es cierto? —preguntó Phil, mirándome intensamente antes de girarse hacia el cliente.
—¡No, por supuesto que no! Sí, es cierto que he basado el libro en una persona a la que conozco, pero jamás había conocido a ese tal Miles Green antes. I he cambiado los detalles de la historia. Nadie sería capaz de reconocer al individuo en cuestión tan solo leyendo la novela. Me aseguré muy bien de eso.
El Sr. Wright se aclaró la garganta, ruidosamente. Por lo visto le había llegado el turno de hablar. Se inclinó hacia adelante y miró fijamente al cliente. El rostro de Fenton palideció, pero le devolvió la mirada.
—Así que, Sr. Fenton… Nos está diciendo que el Sr. Green se estaba poniendo muy pesado y le seguía a todas partes, acusándole de todo tipo de cosas y amenazándole. ¿No pensó en ir a la policía?
—¡Por supuesto que sí! Pueden preguntarle a mi agente, Mike Spinner. Les llamé e incluso fui a la comisaría a hacer una declaración. Ellos accedieron a amonestarlo pero dijeron que a menos que intentase hacer algo violento, no había mucho más que pudiesen hacer. Me dijeron que quizás lo más sencillo fuese que revelase quién era la persona detrás del personaje de mi novela. Así me dejaría en paz de una vez y se iría a darle la lata a otro. ¿Se lo pueden creer? ¡Revelar mis fuentes! —Dos marcas rojas habían aparecido en sus mejillas y se estaban extendiendo y sus ojos parecían a punto de salir disparados de la furia. Mary se dio cuenta entonces de que eran grises.
—Bueno, al fin y al cabo no es usted periodista… —dijo Ryan.
Fenton saltó de un bote de la silla, pero el Sr. Wright levantó la mano y le hizo un gesto consiguiendo que se volviese a sentar.
—No se excite, Sr. Fenton. Supongo que lo que el Sr. Spencer, nuestro joven amigo, quería decir era que la confidencialidad no es para usted una obligación profesional. Aunque naturalmente entiendo perfectamente que quiera proteger sus fuentes. Pero, me preguntaba si podría ayudarnos y explicarnos un poco los antecedentes del caso, ya que sospecho que no todos los presentes se habrán leído su historia, por popular que sea. Solemos tener las cabezas metidas en otros tipos de libros y papeles, así que tendrá que perdonarnos por nuestra ignorancia. Si pudiera ser tan amable y contarnos de qué va su novela, cuándo fue publicada, etc. No necesitamos demasiados detalles, solo lo justo para ayudarnos a entender las circunstancias en que se desarrolló todo el asunto.
Fenton siguió mirando a Ryan de lado mientras hablaba.
—Mi novela, La noche más oscura, es la historia de David Collins, un hombre que crece en una familia católica, y del que abusan sexualmente, primero un cura en la escuela religiosa donde estudia, y luego un vecino, que es amigo de su padre. Cuando se lo cuenta a su familia, no le creen, y acaban echándole de casa con solo quince años. Su vida es muy difícil. Vive en las calles por un tiempo, y sobrevive como puede hasta que lo empujan, literalmente, dentro de una oficina de reclutamiento del ejército y decide que debe ser el destino y se alista. Y su vida da un giro de 360 grados. Lucha por su país y se convierte en un ciudadano modelo.
—Ya veo. Y usted dice que está basado en una historia real— añadió el Sr. Wright, abriendo la carpeta y comprobando algo.
—Sí—. El escritor tenía los ojos pegados a la carpeta.
—Ahora mismo no le vamos a pedir que nos dé el nombre de esa persona, aunque quiero dejarle perfectamente claro que puede llegar a ser necesario que lo sepamos, más adelante, y que también estamos obligados, por nuestro código profesional, a mantener el secreto, así que no hace falta que se preocupe si llega ese momento. Mientras tanto, si pudiera decirnos cómo se tropezó con esa historia, a menos que el protagonista sea alguien a quien conozca de siempre…
—No, no. Nada de eso. De hecho, es muy simple. Hice de voluntario, hace años, y formaba parte del personal de una línea telefónica que ayuda y aconseja a gente que piense en suicidarse, o que tenga problemas de salud mental en general. Un hombre joven me llamó y me contó su historia. Fue unos días antes de que se alistara y había tocado fondo. Charlamos un rato y accedió a volverme a llamar al cabo de unos días. Cuando me llamó de nuevo se había alistado y estaba a punto de ir al campo de entrenamiento. Me siguió llamando cuando pudo e incluso me llamó cuando lo enviaron a Iraq. Cuando volvió quedamos en vernos, y para entonces yo había decidido que su historia merecía ser contada, aunque fuera en forma novelada. Cuando se lo sugería él accedió, a condición de que él lo leería antes y yo cambiaría los detalles para proteger su privacidad y ocultar su identidad. Y eso fue lo que hicimos.
Solo levantó los ojos para mirar al Sr. Wright cuando acabó de hablar. A Mary le sonó a ensayado, pero era probable que le hubieran preguntado lo mismo muchas veces.
El Sr. Wright miró a su alrededor, como si estuviese esperando más preguntas. Phil no se lo pensó dos veces:
—¿Siguen en contacto?
—¿Quiere decir con el David original? Una vez la novela fue publicada y empezó a atraer tanta atención decidimos que sería mejor no ponernos en contacto, para evitar que alguien pudieran conectarle con el libro.
—Me sorprende que no se presentara voluntariamente cuando se enteró de que estaba usted en dificultades —dijo Ryan.
A juzgar por la mirada fulminante que le lanzó, Ryan no iba a recibir una postal de navidad del escritor.
—No resulta tan sencillo que se entere de las noticias.
A Mary le sorprendió que nadie le preguntara por qué. O la información ya se sabía, o todos asumieron que algún otro iba a preguntarlo y el momento oportuno había pasado. Ryan estaba sentado al borde de su asiento, pero incluso él debió pensar que ya se había ganado la suficiente hostilidad del cliente por un día y lo dejó correr.
—Si no les importa, tengo una cita con mi agente a la hora de comer. Habíamos organizado un tour de presentaciones y firmas de libros y con todo esto tendremos que cambiar las fechas.
—Sí, por supuesto. Maggie, mi secretaria, le dará unas cuantas citas, empezando el lunes por la mañana. Tenemos que discutir mucha información. Y usted aún no ha conocido al Sr. Mayfield. Aunque es uno de los asociados más jóvenes del bufete, tiene mucha experiencia en este tipo de casos.
Mary miró a Phil que asintió ligeramente con la cabeza, indicándole que hablarían sobre ello en otro momento.
El autor se levantó y se inclinó levemente. La mujer que había estado tecleando en la esquina le acompañó fuera de la sala de reuniones. Una vez se hubo cerrado la puerta detrás de ellos, el Sr. Wright se aclaró la garganta.
—Phil, ¿podrías presentarnos a todos a tu amiga, por favor?
Phil se sonrojó y se puso en pie. Mary no pudo evitar pensar en el director regañando a un niño.
—Ésta es la doctora Mary Miller. Es psiquiatra. También es escritora, aunque de momento aún no ha publicado nada.
Todo el mundo saludó con la cabeza. Phil entonces le presentó a todos. Steve Burman le sonrió amablemente. La chica joven, Tania —no mencionó su apellido al presentarla—, estaba allí en prácticas de la universidad.
—Mi padre trabaja en el departamento de contabilidad y pensó que sería un proyecto interesante. Y el Sr. Wright accedió con mucha amabilidad.
—Y Maggie, mi secretaria, que acaba de salir con el Sr. Fenton. Así que ¿primeras impresiones?
—Es una buena historia—dijo Steve.
—¿De veras te lo parece? —preguntó Ryan—. Hay muchos agujeros en ella.
—Casi tan grandes como el del cráneo de la víctima —añadió Phil—. No sé cómo de grande o pesada era esa lámpara, pero para conseguir hacerle un agujero de ese tamaño, tiene que haberle golpeado con algo muy pesado y muchas veces. Y una vez el asaltante estaba inconsciente, ¿por qué seguir golpeándole?
—Quizás convendría echarle un vistazo a su salud mental. Es posible que el acoso lo llegara a estresar tanto que perdió el control —dijo Steve.
—¿Podríamos convencerla, querida doctora, de que nos asesorara en este asunto? Podría hacer una evaluación del estado mental del Sr. Fenton y decidir si hace falta que hagamos algo más. Me refiero a pruebas, técnicas de imagen, o algún otro experto al que pudiéramos consultar que nos pueda servir de ayuda cuando montemos la defensa —dijo el Sr. Wright, mirando intensamente a Mary.
—No me dio la impresión de que estuviera demasiado perturbado, pero las circunstancias actuales no son las mejores para juzgar. Siempre que pueda hacerlo durante mi visita, me encantaría poder ayudar.
El Sr. Wright le sonrió a Mary y se levantó, saludando a todos con la cabeza y dando por finalizada, oficialmente, la reunión.
Para celebrar que la publicación de la precuela está al caer, y también para celebrar el nuevo año, Una vez psiquiatra… está en promoción especial, a solo $0.99. Aquí os dejo los detalles.
Una vez psiquiatra… Portada de Ernesto Valdés
Una vez psiquiatra…
‘Una vez psiquiatra…’ es una colección de tres historias protagonizadas por Mary, una psiquiatra y escritora. Ella está empeñada en dedicarse totalmente a su carrera literaria pero las circunstancias y sus amigos parecen conspirar para arrastrarla de nuevo al mundo de la psiquiatría.
En ‘Carne de cañón’ Mary tiene que examinar a Cain un joven Afro-Americano acusado de incitar un motín religioso cuando declaró que oía la voz de Dios y que Dios era negro. Puede que no esté loco, pero Mary está segura de que esconde algo.
En ‘Trabajo en equipo’ Mary se ve forzada a ofrecerle terapia a Justin, un policía que se siente culpable cuando su compañero, que era también como un padre para él, es asesinado durante una investigación rutinaria. Antes de que Mary consiga desenmarañarse del caso, el caso se vuelve muy personal.
En ‘Memoria’ Mary desparece después de un incidente con Phil, que está maníaco ya que no se ha tomado la medicación. Cuando la encuentran ella ha sido víctima de un terrible crimen, pero pronto descubren que tuvo más suerte de la que se pensaban.
El epílogo nos muestra a Mary durante el juicio de su raptor y vemos cómo ha cambiado su vida. ¿Conseguirá por fin dejar la psiquiatra, o una vez psiquiatra, siempre psiquiatra?
AMAZON (e-book) KOBO NOOK APPLE SCRIBD
Gracias a todos por leer, y ya sabéis, dadle al me gusta, comentad, compartid y haced CLIC!
Superb storytelling.
xxx Massive Hugs xxx
Thanks so much!. Enormous hugs!!
Saludos Olga y te deseo suerte en tu nueva casa, es limpia y eso me gusta.
j re
Gracias, Juan. A ver si no la lleno de cachivaches otra vez…
My God, Olga – that’s so impressive! It’s hard enough to write in one language…
Thanks, Ana. I’ve been writing since I was quite young, first in Spanish, and then when I moved to live in the UK I started to write in English too. I imagine you also have plenty of experience of the ‘lost in translation’ kind. If you ever think of translating your book to Spanish, let me know. I always offer good deals to friends and fellow writers and bloggers (and I get so much information from your blog…) 🙂
[…] Capítulo 2 […]